20 mayo, 2012

Báilame al agua.

Prefiero morir vicioso y feliz a vivir limpio y aburrido. Prefiero encontrar una estrella en el fango a cuatro diamantes sobre un cristal. Prefiero que la estrella queme, sea fuego, a un tacto rezumante de frialdad. Prefiero besar el duro suelo veinte veces para llegar una sola vez a lo más alto a escalar poco a poco, sin caer nunca pero sin llegar jamás a la cima. Prefiero que me duela a que me traspase, que me haga daño a que me ignore. Prefiero sentir. Prefiero una noche oscura y bella, sucia y hermosa, a un montón de días claros que no me digan nada. Prefiero una cadena a un bozal. Prefiero quedarme en la cama todo el día pensando en mi vida a levantarme para pensar en la de otros. Prefiero un gato a un perro. Porque el gato te araña, es infiel, te ignora, se escapa, pero sabes que, a pesar de todo, no podría vivir sin ti. En cambio, el perro es tonto, no sabe nada, te obedece hasta el absurdo. Prefiero las mujeres gato a las mujeres perro, por las mismas razones. Prefiero el mar a la montaña. La vida es una noche tumbado en la playa, mirando las estrellas sin verlas, soñando despierto, dejando que la arena se cuele entre los dedos de mis pies, embriagado de todo. Y la noche, siempre la noche. Nunca a la luz del sol. La noche es mágica. Me hace vivir, no pensar. Me pone en movimiento. Rompe mis esquemas. Prefiero las noches frescas de verano, andar con poca ropa, sentarme en el suelo y meterme algo de vida en el cuerpo. La mañana me sabe a dolor de cabeza. Me da sueño. Me quita las ganas de hablar. Me recuerda que soy mortal. Me recuerda que soy normal. La noche me hace único. Prefiero el color de la sangre y el de la gris niebla que difumina las cosas. Si sabe que prefiero el frío cuero, ¿por qué se viste con el traje de terciopelo? Se me escurre entre los dedos… Prefiero experimentar las cosas, aunque me hagan mal. Aunque me hiervan la sangre. Prefiero probarlo todo a morirme sin saber lo que me gusta.  Y, más que nada, prefiero la vida que dan sus besos de caramelo y la suave caricia de su piel caliente.




Daniel Valdes.

19 mayo, 2012

Si pudiera pedir un deseo, no sería retroceder en el tiempo, ni que olvidáramos todo lo ocurrido, ni estar bien contigo, ni con los demás, ni estar mas delgada, ni tener más pechos, ni tener un móvil con internet todo el tiempo, ni que no pasara todo lo que ha pasado, ni que no se muera nunca mi mami, ni que él no se separe de mí jamás, ni que ella tampoco lo haga, tampoco pediría dinero para vivir con lujos, ni ropa cara, y lo que nunca se me ocurriría pedir es conocer a un chico, enamorarnos y vivir felices y comer perdices, tener hijitos, buena casa y dinero. Y fíjate, que tampoco pediría  no tener dios-trías para así poder ser piloto, ni un viaje a la Antártida para poder ver a los pingüinos, y mira que son las cosas que más deseo en este mundo. Pero si algo he aprendido, es que tienes que aceptar las cosas tal y como vengan, tanto si son buenas como si son malas. No existe un vida perfecta, ni gente perfecta, ni cosas perfectas. Quizás, eres así por todo lo que has vivido, luchado y sufrido. No dejes que nadie te hunde, no dejes de sonreír si las cosas van mal y por supuesto, no te rindas jamás porque eres todo lo fuerte que tu quieras ser.



Pide vencer, y vencerás.